En Bolivia, iglesias luchan por superar violencia en medio de cambios y tensión política
Cuanto más radicales son los cambios sociales y políticos, más probabilidades hay de que creen tensión entre actores sociales. Es en un contexto como éste en el que las iglesias bolivianas luchan por superar la violencia en la sociedad.
La palabra clave para entender la violencia en Bolivia es "cambio", dice Jaime Bravo, miembro de la Iglesia Evangélica Luterana de Santa Cruz de la Sierra. Bravo explicó la situación boliviana a miembros de un equipo de Cartas Vivas que visitó el país a mediados de julio. Sus integrantes procedían de Alemania, Noruega, Bolivia, Argentina, Brasil y Kenya.
Cartas Vivas son pequeños equipos ecuménicos que visitan un país para escuchar, aprender, orar por la paz y compartir métodos para superar la violencia. Se organizan en el contexto del Decenio para Superar la Violencia del CMI, con el fin de preparar la Convocatoria Ecuménica International por la Paz, que tendrá lugar en Kingston, Jamaica, en mayo de 2011.
Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más grande de Bolivia, está situada en el este del país. La agricultura y la producción de gas y petróleo han hecho de ésta la zona más rica del país. Allí, una pequeña elite de terratenientes y empresarios han iniciado un movimiento separatista.
Según Bravo, Bolivia ha emprendido un cambio profundo durante los últimos años. Su democracia se ha fortalecido y ahora beneficia también a la mayor parte de la población, que anteriormente estaba olvidada por el gobierno. Esa mayoría está formada por 36 pueblos indígenas, entre los que figuran los aymaras, los quechuas y los guaraníes.
En un referéndum celebrado el pasado enero, un 60 por ciento de los electores votaron a favor de una nueva constitución que da a la población indígena más derechos en cuanto a la tierra y la identidad cultural. La nueva constitución tropieza sin embargo con la resistencia de una minoría compuesta principalmente por las ricas élites urbanas. La polarización política entre ambas partes fue tan fuerte que puso Bolivia al borde de la guerra civil en 2008, dijo Bravo.
El pastor Luis Cristóbal Alejo, presidente de la Iglesia Evangélica Luterana, ve al país enfrentado a problemas de violencia económica, étnica y de género, incluso dentro de las iglesias. Alejo, cuya feligresía es indígena en un 80 por ciento, y otros dirigentes de iglesias se reunieron con el equipo de Cartas Vivas en la capital administrativa del país, La Paz.
Para Abraham Colque, rector del Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología (ISEAT), Bolivia ha sido fundada sobre la discriminación étnica y cultural de los pueblos indígenas. Hoy, afirmó, es el momento de unir voluntades y construir nuevos símbolos capaces de expresar un proyecto político enraizado en los movimientos sociales e indígenas.
Según el obispo Javier Rojas, de la Iglesia Metodista Evangélica, desde 2003, cuando las protestas sociales obligaron a dimitir al presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, el pueblo boliviano se halla en marcha hacia la "refundación de Bolivia para el nuevo milenio".
Rojas, cuya iglesia está integrada principalmente por miembros del pueblo aymara, acogió favorablemente el proyecto del presidente Evo Morales de un estado plurinacional. Morales, electo en diciembre de 2005 y aymara él mismo, es el primer presidente indígena del país.
En el contexto de tensión política, la iglesia se preocupa de la violencia étnica y de género, así como de la brecha entre pobres y ricos, y del saqueo de los recursos naturales del país, que también es una forma de violencia, dice Rojas.
La delegación de Cartas Vivas preguntó a sus anfitriones sobre sus expectativas con respecto a la Declaración Ecuménica sobre una Paz Justa que habrá de aprobarse en la Convocatoria Ecuménica Internacional por la Paz. Inés Panoco y Noemí Soto, miembros del personal de la Casa de la Mujer de Santa Cruz, respondieron que la declaración debería incluir un llamamiento a los gobiernos para que sean coherentes en sus palabras y sus hechos, así como propuestas a favor de una economía distributiva, de leyes que protejan los derechos humanos, de cambios en las estructuras políticas y una nueva arquitectura económica mundial.
Afrontar el problema de la violencia contra la mujer
La Casa de la Mujer está situada en Plan 3000, un barrio pobre en las afueras de Santa Cruz, cuyos habitantes son mayormente de origen indígena. La Casa trabaja para enfrentar el problema de la violencia doméstica por medio de la asistencia a las víctimas, un hogar de refugio, asesoramiento jurídico, la sensibilización en cuanto a asuntos de género y una emisora de radio. Según Noemí Soto, la violencia relacionada con el género está arraigada en la intolerancia y el racismo, así como en factores económicos y políticos.
Para Alcira Agreda, coordinadora del núcleo del ISEAT en Santa Cruz, las mujeres sufren debido al modo de pensar predominantemente patriarcal de la sociedad, que causa tragedias que van desde el embarazo precoz hasta los suicidios.
Por otra parte, añade Bertha Uturunco, vicepresidenta de la Iglesia Evangélica Luterana, las mujeres tienen normalmente miedo a hablar de sus problemas, lo que hace que les resulte difícil recuperar su autoestima y comprender su situación como una cuestión de género. La educación es el medio para superar la violencia de género, afirma Uturunco.
En la ciudad de El Alto, cercana a La Paz, el equipo de Cartas Vivas visitó la Casa de la Mujer Suma Jakaña. El centro, una organización independiente iniciada por miembros de la Iglesia Luterana, alberga a mujeres y niños que han sido víctimas de violencia doméstica y organiza talleres para ayudar a las mujeres a descubrir sus potencialidades.
"Necesitamos promover un cambio en la espiritualidad tanto de las mujeres como de los hombres, así como una reflexión teológica para profundizar lo que significa ser imagen de Dios", dijo la pastora Verena Grüter, de Alemania, miembro del equipo de Cartas Vivas.
Iglesias miembros del CMI en Bolivia
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