Renovación del compromiso por la paz con justicia
Por S.S. Aram I(*)
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Las Naciones Unidas han invitado a todos sus estados miembros a observar el 21 de septiembre como Día Internacional de la Paz. En el marco de su Decenio para Superar la Violencia, el Consejo Mundial de Iglesias, asociándose con la comunidad internacional, ha instado a sus iglesias miembros a observar el mismo día como Día Internacional de Oración por la Paz.
La paz es un don de Dios a la humanidad por medio de la encarnación de Cristo. El nacimiento de Cristo fue anunciado por los ángeles como la restauración de la paz en este mundo. Una realidad dada por Dios no puede ser usurpada por el hombre. Es un pecado contra Dios.
La paz es una promesa divina. Se concederá a quienes estén dispuestos a aceptarla con humildad y obediencia, y a protegerla, promoverla y enriquecerla como un tesoro sagrado.
La paz es también una misión confiada por Dios que es preciso cumplir. En consecuencia, la construcción de la paz es un elemento integrante de la vocación cristiana. Es una dimensión esencial de la proclamación del Evangelio.
Paz significa ante todo respeto de la vida. Ello nos obliga a renunciar a la violencia contra la vida y a defender su carácter sagrado y su integridad.
Paz significa hacer justicia. La justicia es una condición sine qua non para la paz. Es el único camino para la paz. La paz verdadera y permanente se sustenta en la justicia.
Paz significa aceptarse unos a otros como somos, respetando nuestras diferencias y tratando de encontrar objetivos y valores comunes en medio de nuestras diferencias.
Paz significa construcción de la comunidad reconociendo los derechos y obligaciones de cada cual, y promoviendo la interacción creadora y relaciones coherentes.
Paz no significa vencer a los enemigos; significa superación de la enemistad mediante la confianza y el entendimiento mutuos.
Paz no significa ausencia de conflicto, sino buenas relaciones con Dios, con el prójimo y con la creación. La paz prevalece en todo lugar y en todo momento en que haya libertad en la verdad (Jn 14:16), igualdad en la justicia (Col 4:1), y armonía en la vida (1 Jn 4:8).
Un ideal de paz verdadera rechaza el unilateralismo y promueve el multilateralismo. Rechaza todos los "ismos" que ignoran el don divino de la vida, la dignidad, la justicia y la libertad. Rechaza todas las formas de gobernar que niegan la participación y la comunidad.
Un ideal de paz verdadera aspira a una sociedad gobernada por el imperio de la ley y sostenida por los valores morales básicos y los derechos humanos fundamentales.
En un mundo desgarrado por la retórica del odio, la desconfianza y la alienación, las iglesias deben entregarse con más energía a la construcción de la paz.
Las religiones se encuentran ante el reto de trabajar juntas por una sociedad justa, participativa y moralmente sostenible. Se las apremia para que promuevan el diálogo entre civilizaciones, culturas y religiones conduciendo a la humanidad desde una cultura de la muerte hacia una cultura de la vida, desde una cultura de la violencia hacia una cultura de la paz.
Las religiones deben apoyar a las Naciones Unidas en su esfuerzo por transformar su mandato de mantenimiento de la paz en una misión de construcción de la paz. Tal misión implica atacar seriamente las causas profundas de la violencia, el odio y la desconfianza, que han llegado a ser los rasgos dominantes de las sociedades contemporáneas. Implica también abogar por la justicia erradicando todas las formas de pobreza, racismo e ignorancia.
Este es el camino para construir la paz.
El Día Internacional de Oración por la Paz es un día de oración y esperanza. Es también un día para renovar nuestro compromiso en favor de un pacto mundial para construir la paz con justicia.
"Dichosos los que construyen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt 5:9).
(*)Su Santidad Aram I es Catolicós de Cilicia (Iglesia Apostólica Armenia) y moderador del Comité Central del CMI.
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