"Merecemos vivir una vida digna" Mujeres sudanesas luchan contra la violencia en un pais arrasado por la guerra
por Henrike Müller (*)
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"¿Dónde está Dios? Él nos creó a su imagen. ¿Por qué entonces se viola la imagen de Dios en las mujeres?” pregunta Joy Kwaje, cristiana de Sudán, un país que “ha estado en guerra durante tres generaciones” y en el que la violencia es una cuestión existencial para las mujeres. “Queremos escuchar el grito de dolor de las mujeres sudanesas”, dice.
Kwaje, coordinadora del programa para las mujeres del Consejo de Iglesias del Sudán (SCC), habló el 25 de noviembre de 2004 en el Centro Ecuménico de Ginebra, con ocasión del lanzamiento de la campaña del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) “En las alas de una paloma”, que en todo el mundo pretende superar la violencia contra las mujeres y los niños. En la siguiente entrevista, explica lo que las iglesias y las mujeres sudanesas hacen para superar la violencia y trabajar por la paz.
¿Qué hacen las iglesias en su país respecto a la violencia contra mujeres y niños?
Millones de mujeres y niños sufren en mi país a causa de la violencia doméstica, la violación de sus derechos humanos y el VIH/SIDA. Pero la iglesia no habla mucho de violencia doméstica. La mayoría de los casos nunca se denuncian: ni a las iglesias ni a la policía, a menos que sea un caso muy grave. Creo que esto se debe a nuestra cultura. Son cosas de las que necesitamos hablar, como mujeres, y exponerlas a nuestras iglesias y al movimiento ecuménico.
¿Cómo podríais hacerlo?
Cuando tenemos reuniones de trabajo, invitamos a algunos de nuestros dirigentes eclesiásticos. Ellos asisten a casi todas nuestras reuniones y conferencias. Creo que es la mejor manera de hacerlo: no luchamos contra nadie. Solamente nos reunimos y tratamos de mejorar el diálogo. De hecho, designamos la violencia contra las mujeres como un problema de nuestro tiempo en 1998.
¿Cómo actúan los grupos eclesiásticos locales para mejorar la situación de la mujer en el Sudán?
Sobre todo mediante el sentimiento de hermandad y solidaridad: las mujeres de las iglesias se reúnen, hacen estudios bíblicos y rezan juntas. Cuando están reunidas, exponen sus problemas, y piden al Consejo de Iglesias del Sudán que las ayude a organizar seminarios sobre esos temas. Ahora, por ejemplo, las mujeres informan ellas mismas sobre los problemas de la paz, y han pedido seminarios sobre pacificación, derechos humanos, violencia contra las mujeres, o incluso el papel de la mujer en la dirección de la iglesia.
El Consejo de Iglesias del Sudán considera las cuestiones de las que las mujeres no pueden ocuparse, como negociaciones en favor de la paz, o formación sobre derechos de los nichos o derechos humanos. Nosotras pedimos personas que nos apoyen, o hacemos el trabajo nosotras mismas.
El papel de las mujeres en el Sudán ha cambiado. Han tenido que hacer frente a una situación de guerra, y a menudo son las que trabajan para ganar el pan de la familia. ¿De dónde sacan fuerzas para ello?
Es sorprendente. Pero cuando la situación es desesperada y no hay nadie en quien puedas confiar, empiezas a hacerte más fuerte para ayudar a los demás. Incluso como personas desplazadas, como refugiadas, hay cosas prácticas que se pueden hacer. Las mujeres tienen que encontrar alimentos para sí mismas. Cuando sus hijos enferman, tienen que llevarlos al hospital. Tienen que llevarlos a la escuela. Son cosas que tienen que hacer, pues si no, nadie las hará.
Las mujeres de Jartún solían hacer cerveza para ganar algún dinero. Ahora saben que esto podría llevarlas a la cárcel y separarlas de sus hijos. Por eso organizan lecciones de capacitación para encontrar otras fuentes de ingresos. Las mujeres han establecido también organizaciones femeninas, por ejemplo en favor de la paz o el desarrollo. Gracias a esto, pueden mantenerse informadas sobre los actuales procesos políticos. Creo que así nos encontramos a nosotras mismas.
¿Cómo reaccionan las iglesias a todo esto?
No hemos tenido una reacción abierta, pero sí una cierta aceptación. Por ejemplo, encontraremos más mujeres en los consejos parroquiales. Las iglesias se están abriendo. Y también las mujeres están asumiendo su responsabilidad dentro de sus propios espacios eclesiásticos: la Unión de Madres, la Asociación Cristiana Femenina, y otros grupos análogos. Hasta ahora, no parece que las iglesias vean esto como una amenaza... pero podrían verlo así.
Las mujeres no están presentes en los más altos niveles de la jerarquía eclesiástica. Se encontrarán muy pocas mujeres en el comité ejecutivo del Consejo de Iglesias del Sudán (SCC): solo dos entre veinte miembros. Por el momento, reivindicamos la ordenación de mujeres. Entre las doce iglesias miembros del SCC, solo dos han aceptado la ordenación de mujeres.
Las propias mujeres sudanesas dicen que la guerra les ha enseñado a cooperar más allá de los límites tradicionales como el sexo, la tribu o la religión. ¿Qué importancia tiene la cooperación ecuménica entre las mujeres sudanesas?
Las relaciones ecuménicas han sido muy fuertes. Mujeres pertenecientes a diferentes iglesias miembros hacen muchos trabajos juntas. Organizan reuniones conjuntas de trabajo, van a un grupo ecuménico para visitar a sus hermanas encarceladas. Si organizamos conferencias pajo el patrocinio del Consejo de Iglesias del Sudán, hacemos que participen mujeres de diferentes iglesias. Las iglesias del Sudán están constituidas por diferentes tribus que hablan lenguas diferentes; el espíritu ecuménico entre las mujeres es muy fuerte, y atraviesa los límites tribales.
¿Qué nos dices de la cooperación interreligiosa?
Hemos aprendido incluso a trabajar por encima de las diferencias de religión, en particular con nuestras hermanas musulmanas. Cuando me preguntan “¿Cómo haces esto?”, mi respuesta es: “No hablamos de diálogo interreligioso. Simplemente prestamos servicio juntas”. Por ejemplo, en nuestra red de paz, de lo que hablamos es de la paz, no de nuestra religión. El efecto conseguido es muy notable. Cuando se planteó la cuestión de Darfur, empezamos a reunirnos con las mujeres de Darfur. Organizamos reuniones de instrucción sobre los problemas de la paz, y rezamos juntas. Nadie dice que esto fuera un diálogo cristiano-musulmán. Era simplemente una reunión de trabajo.
¿En que medida ha contribuido la comunidad ecuménica mundial a mejorar las vidas de las mujeres sudanesas?
El CMI ha prestado ayuda al Sudán, en particular respecto a la paz, desde los primeros años setenta. La primera guerra terminó con la ayuda del CMI. Lo que faltó fueron señales concretas de apoyo: no ha habido visita alguna del CMI durante mucho tiempo, hasta el verano pasado. Pero cuando por fin vinieron [una delegación ecuménica femenina organizada por el CMI y la Conferencia de Iglesias de Toda el África (AACC) visitó las iglesias, los centros comunales y los grupos de mujeres en Jartún y sus cercanías del 29 de junio al 9 de julio de 2004], fue una visita por encima de todas las líneas divisorias. Se incluyeron las iglesias cristianas igual que las mujeres de Darfur. Creo que el CMI nos ha dado el apoyo necesario para que podamos continuar el trabajo.
Sudán anhela todavía una paz sostenible. ¿Qué pueden hacer ahora las iglesias del mundo para acompañar al Sudán en su camino?
El CMI y la AACC apoyaron a las iglesias del Sudán durante los difíciles tiempos de guerra, y las acompañaron con su trabajo en favor de la paz. Este acompañamiento debe continuar, porque queda mucho más por hacer. Estamos en el umbral de un período de paz, algo que nunca habíamos conocido. Nuestro país ha estado en guerra durante tres generaciones, de manera que habrá que impulsar la democracia y el buen gobierno. Necesitamos que las iglesias acompañen al pueblo y al país en el camino hacia la paz sostenible impartiendo formación y educación en el arte de gobernar, en la práctica de la democracia y en el ejercicio responsable de la autoridad.
Cuando se firme la paz, iniciaremos también un período de repatriación y reconstrucción. Para todo esto, creo que necesitaremos el acompañamiento del movimiento ecuménico.
¿Qué pueden hacer las iglesias y las organizaciones no gubernamentales para mejorar la situación de las mujeres?
Las organizaciones no gubernamentales y las relacionadas con las iglesias han apoyado y siguen apoyando la mayoría de los programas y actividades emprendidos por las mujeres. Entienden de dónde vienen las mujeres, y su necesidad de una sociedad civil fuerte. En este período de posguerra, el gobierno tendrá mucho que hacer en la reconstrucción de todo el país. Por ello es posible que las necesidades de las mujeres no reciban mucha atención del gobierno, y necesiten seguir dependiendo de las iglesias y de las ONG.
¿Qué lugar ocupa la dimensión espiritual en tu trabajo?
Es muy importante. A veces, cuando veo las cosas que suceden en mi país, me pregunto: ¿Dónde está Dios? Él nos creó a su imagen. ¿Por qué entonces se viola la imagen de Dios en las mujeres? Pero entonces mi fe me dice: Sí, hay un Dios. Esta fe básica en Dios es la que nos hace decir al mundo que la violencia contra las mujeres es un mal, es un pecado, y debemos confesarlo. Pese a la violencia que sufrimos las mujeres, hemos sido creadas a imagen de Dios, y merecemos vivir una vida digna.
Hemos empezado también a hablar de reconciliación, porque creemos que la paz es frágil: si no hablamos de reconciliación, es fácil que las comunidades vuelvan a deslizarse al conflicto. Creemos que el único camino hacia la paz sostenible es la reconciliación y la sanación de nuestra comunidad, la sanación de las personas, la sanación del país.
Desde tu experiencia, ¿qué consejos o sugerencias puedes ofrecer en apoyo de la lucha de las comunidades cristianas en general contra la violencia contra las mujeres?
No sé si puedo dar consejos. Pero lo importante para mí es la inspiración que hemos recogido del pasado y transmitido a la generación futura. Sabíamos que en el pasado se ha luchado contra la violencia, y eso ha inspirado las iniciativas actuales contra la violencia como la campaña “En las alas de una paloma”.
Esta inspiración debe continuar en la próxima generación. Tenemos que esforzarnos más para que nuestras hijas no tengan que sufrir lo que nuestras abuelas sufrieron. Es algo en lo que debemos seguir trabajando: que el mundo sea mejor para todos nosotros. [1740]
(*) Henrike Mueller es pastora de la Iglesia Evangélica Luterana de Hanover (Alemania) y trabaja en la oficina de relaciones con los medios informativos del Consejo Mundial de Iglesias.
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Para mas información sobre las actividades del CMI en Sudan:
www.wcc-coe.org/wcc/what/international/regconcerns-sudan.html
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