25.11.04 16:24 Antiguedad: 7 yrs

Liberia: las mujeres siguen sufriendo y esperan justicia

 

 

Por Hanna Smidt(*)

 

Véase nota histórica más abajo

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El siguiente artículo se publica como parte de la campaña “Sobre las alas de una paloma”. Promovida por las iglesias y organizaciones relacionadas con las iglesias, esta campaña tendrá lugar del 25 de noviembre al 10 de diciembre de 2004 en todo el mundo. Durante la misma, los servicios de culto y las vigilias de oración, los debates y las exposiciones promoverán una concienciación pública creciente sobre la violencia contra las mujeres y los niños, en un intento de llevar justicia y sanación a aquellos que sufren a causa de la violencia.

 

"Hemos sufrido mucho. Y en consecuencia, seguimos sufriendo", afirma Rita Wheazor, directora de War-Affected Women in Liberia (WAMIL, Mujeres afectadas por la guerra en Liberia). Rita, al igual que muchas otras mujeres liberianas, ha sufrido violencia durante los 14 años de guerra civil; una violencia que estaba dirigida a ellas por el simple hecho de ser mujeres.

 

La violencia sexual y de género era una de las principales armas de intimidación en Liberia, tal y como sucede en conflictos armados y en guerras de otros lugares. Rita fue violada durante la guerra; y su hija pequeña, violada y asesinada. Reunirse y compartir la historia de su sufrimiento con otras mujeres dio origen a WAMIL, explica Rita. "Cuando nos reunimos por primera vez, en un garaje, oramos juntas. Las mujeres me dijeron: "Todo está perdido. No somos nada. Nadie viene a buscarnos. Ya no pensamos que Jesús nos ama"

 

Pero Rita no aceptaría que Jesús las haya abandonado como víctimas de esta violencia. Les insistió para que permanecieran unidas y buscaran un sentido dentro del caos. "Ahora somos las mujeres afectadas por la guerra de Jesús. Nos las arreglamos para conseguir todo el papeleo legal. Y, a veces, alguna gente y otras organizaciones vienen a ayudarnos".

WAMIL cuenta con menos de dos años de historia y trabaja para proporcionar apoyo psicológico y material limitado a las mujeres liberianas afectadas por la guerra. En un refugio humilde, Rita reúne a las mujeres para hablar honestamente sobre sus dolorosas experiencias, mencionando violencia y abusos inimaginables. La Concerned Christian Community (Comunidad Cristiana Comprometida), una organización independiente, y el Consejo de Iglesias de Liberia apoyan la labor de WAMIL para ofrecer ayuda a las mujeres víctimas de la guerra, cuyas experiencias con frecuencia no han sido escuchadas y tampoco dichas, ya que son experimentadas como vergonzosas y deshonrosas.

"Tras aquella experiencia en que violaron a mi hija hasta la muerte, simplemente quería morir. Quería suicidarme. Pero hubo mujeres que vinieron a compadecerse de mí; todas empezamos a llorar y a compartir nuestras historias. Había una mujer: asesinaron a su marido y violaron a sus dos niñas delante de ella. Violaron a su nieta de siete años, que sangró durante tres días antes de morir. Reunirse y compartir sus historias con aquellas mujeres –cuyas historias evocan la mía propia- originó esta organización", afirma Rita Wheazor, directora de War-Affected Women in Liberia.

Violaciones sistemáticas: un arma de intimidación

En 2003, catorce años de guerra civil en Liberia finalizaron con la firma de un acuerdo de paz entre los rebeldes y el gobierno provisional. La ONU supervisa en la actualidad los esfuerzos para el mantenimiento de la paz, que incluye el desarme de decenas de miles de antiguos rebeldes y la repatriación de cientos de miles de refugiados y desplazados internos. Se prevén elecciones para 2005.

 

Durante la guerra, todos sufrieron en Liberia. Cualquiera que te encuentres podrá contarte historias sobre perder a miembros de su familia; tener que huir una y otra vez; ver cómo sus casas son saqueadas y quemadas; verse acosados, insultados, obligados a trabajar y/o combatir.

 

Sin embargo, las mujeres eran sometidas a un abuso distintivo por razones asociadas específicamente a su condición de mujeres. Los combatientes rebeldes con frecuencia violaban a las mujeres y mataban a los hombres de manera sistemática. A veces, se violaba a las mujeres primero, para asesinarlas a continuación. Hoy día, en Liberia, las mujeres supervivientes se sienten afortunadas dependiendo de si han sido o no violadas o ‘deshonradas’ (un eufemismo que a veces se utiliza).

 

La violencia incluía violaciones individuales y en grupo; y "matrimonios" forzados con los hombres que las violaban, tras los cuales se obligaba a las mujeres a cocinar, limpiar, lavar la ropa y practicar sexo con sus captores. Algunas mujeres también combatieron en el conflicto, lo que no les excluía de ser también esclavas sexuales. Muchas, algunas de ellas niñas en la época, se ocupan ahora de los niños nacidos de esas violaciones. Muchas mujeres fueron abandonadas por sus maridos debido al estigma relacionado con la violación; a otras no se les considera dignas de matrimonio por la misma razón. Aún otras sufren enfermedades de transmisión sexual, incluido el VIH/SIDA. Y así, su sufrimiento continúa. Más mujeres y niñas de las que fueron asesinadas sobrevivieron, con tremendas heridas en sus cuerpos y almas, ultrajes a su dignidad, su sentimiento de autoestima y su futuro.

 

"Nos hemos convertido en mendigas", dice Rita. "Entre todas las mujeres de aquí, creo que tenemos unos 300 niños sin escolarizar. No podemos permitirnos pagar el colegio. Me vienen mujeres pidiendo 5 ó 10 dólares liberianos para arroz. La gente viene a pedir jabón para lavar la ropa".

¿Dónde está la justicia?

En una situación todavía tensa e inestable, en la que los ex combatientes han entregado sus armas, la repatriación está comenzando y se preparan las elecciones del año próximo, no parece haber consecuencias para los autores de la violencia. Caminan por las calles y sus víctimas les reconocen.

"Dieciséis hombres armados saltaron la valla, reventaron la puerta y entraron en nuestro apartamento. Se llevaron teléfonos móviles, dinero… todo. Tenía conmigo a mis niños: mi hijo, mi hija, mis dos sobrinos, y la niñera. Un chico con un martillo vino hacia mí y dijo: "Esta mujer es para mí". Me dio en la cabeza con el martillo y me bajo los pantalones para violarme. Mi hija pequeña empezó a gritar, y el hombre me la arrancó de mi lado, la tiró al suelo y comenzó a violarla. Simplemente me la arrebató, la violó hasta la muerte y la echó a un lado", relata Rita Wheazor.

 

Los ex combatientes no sólo caminan libremente por las calles, sino que se les compensa financieramente cuando entregan sus armas. Se les ofrecen talleres de curación del trauma y aprendizaje de oficios, y se les anima a ir a la escuela. Tales esfuerzos y oportunidades no están al alcance de la mayoría de quienes no participaron en la guerra. Para que la paz tenga una verdadera oportunidad, se necesita invertir en ella. Los autores de la guerra deben tener incentivos para preferir la paz. Sin embargo, esto puede resultar difícil de aceptar para las mujeres que sobreviven con muy poco, cargan con las heridas de la violencia que han sufrido y ven como sus violadores son aparentemente recompensados.

¿Por qué, aunque la violencia sexual y de género en tiempos de guerra está ampliamente documentada, no es castigada? Y ¿por qué las víctimas no reciben los mismos beneficios que sus violadores? Según Human Rights Watch, “los abusos contra mujeres son incesantes, sistemáticos y ampliamente tolerados, cuando no explícitamente condonados” y “los autores de violencia sexual continúan disfrutando de casi total impunidad”. La curación del trauma de las mujeres, la ayuda humanitaria que tiene en cuenta el género, los esfuerzos de mantenimiento y construcción de la paz y la prevención de conflictos: a nada de esto se le otorga la suficiente prioridad.

"Los rebeldes y los combatientes asesinaron y violaron, pero ¿quién ha venido en nuestra ayuda? Ellos están libres. Vi al chico que asesinó a mi hija. Sé quién es y nunca le olvidaré. Tiene pendientes pequeños en su oreja derecha. Y no le hacen nada. Seguimos viviendo con la misma gente, les vemos cada día. Ellos nos ven. No hay justicia en Liberia", dice Rita Wheazor.

 

Encontrando esperanza en Cristo

La violencia sexual y de género, en tiempos de paz al igual que durante la guerra, es un asunto de derechos humanos. En la guerra, se violan los derechos de mujeres y niños porque son mujeres y niños. La igualdad de sexos y de género es una cuestión de derechos humanos y de justicia.

 

Organizaciones como WAMIL, que aseguran que las mujeres se reúnan para poner nombre a sus sufrimientos y orar juntas, son sólo el comienzo. Expresar y mencionar los sucesos y las experiencias es una parte importante de cualquier proceso de sanación. Los liberianos en general son un pueblo muy abierto, servicial y dispuesto a hablar de la guerra; pero es difícil hablar sobre experiencias de esta naturaleza que son vistas como vergonzosas y deshonrosas.

 

Como mujer que ha sufrido la guerra en su propia carne, Rita habla claro en medio de este silencio, no sólo contando experiencias que pueden llevar a la desesperación, sino testimoniando un sentido de justicia en un país donde la justicia parece muy lejana. Aunque abatida, insiste en la dignidad y los derechos de las mujeres, incluso de aquellas que encuentran difícil avanzar más allá de la vergüenza y no son capaces de poner palabras a sus propios sufrimientos. Con muy pocos medios y en un entorno donde todos luchan por recuperar un poco de normalidad, Rita toma el mando. Les recuerda a otros las consecuencias de la guerra que a veces pasan sin explicación cuando ésta finaliza, a saber, las heridas conque cargan las personas porque las han sobrevivido.

 

“Ahora somos las mujeres afectadas por la guerra de Jesús”, dice Rita. Las iglesias deben inspirarse en las mujeres y apoyarlas en esta labor de liberación; para que no haya simplemente mujeres afectadas por la guerra que vuelven a Jesús, sino que también Jesús a través de las iglesias, personas y organizaciones pueda volver a las mujeres afectadas por la guerra y a aquellas que sufren violencia sexual y de género.

 

Las iglesias tienen todavía mucho trabajo por hacer para asegurar que las mujeres puedan experimentar justicia frente a la violencia. Las iglesias deben usar sus voces y su influencia para hablar claro contra los abusos de derechos humanos que las mujeres sufren porque son mujeres. Deben estar dispuestas a hablar sobre los sucesos y a enfrentarlos incluso cuando son considerados vergonzosos o inimaginables. Y deben continuar trabajando en Liberia, pero también a nivel internacional, para ayudar a crear espacios para la expresión y la sanación de la violencia sexual y de género.

Las mujeres de Liberia, que en su mayoría encuentran consuelo y significado en su fe en Jesús a pesar de sus sufrimientos, están rompiendo el silencio e intentando con ello recuperar sus vidas. Y ésta es una de las cosas milagrosas que ocurren en Liberia: la fe en Dios y la presencia de Dios en las vidas y las historias de muchas mujeres, pese a sus experiencias, testimonia la posibilidad de fe en la vida y la esperanza, incluso cuando se ha quitado la vida y se ha asesinado aparentemente a la esperanza.

 

(*)Hanna Smidt realiza prácticas en el Consejo Mundial de Iglesias. Viajó a Liberia del 14 al 25 de octubre de 2004 en el marco del Programa del CMI "Uprooted People" (Personas Desarraigadas) en África y realizó varias entrevistas para aprender más sobre el papel de las iglesias y de la fe en tiempos de conflicto.

 

 

NOTA HISTÓRICA

Liberia fue creada en 1847 por libertos estadounidenses que compraron el terreno a los jefes locales. Los descendientes de estos pobladores, llamados “americo-liberianos”, ocuparon el poder político en Liberia hasta 1980, año en que el presidente fue asesinado en un golpe de estado dirigido por un oficial del ejército, Samuel Doe. Aunque el golpe de Doe puso fin a la dominación de la minoría de los “americo-liberianos”, también condujo a un período de inestabilidad.

Al llegar al poder, Doe abolió la constitución, pero prometió el retorno rápido a un gobierno civil. En 1984, permitió la restitución de los partidos políticos y fue elegido como el primer presidente indígena de la nación en 1985.

A finales de la década de los ochenta, el mando arbitrario y el desplome de la economía culminó en una guerra civil. Los disidentes del Partido Nacional Patriótico (National Patriotic Front) de Charles Taylor invadieron gran parte de la zona rural en 1989 y ejecutaron a Doe en 1990. El combate se intensificó con la separación de los rebeldes, que empezaron a luchar entre ellos y contra el ejército liberiano y los soldados de las fuerzas de mantenimiento de la paz de África occidental.

En 1995, se firmó un acuerdo de paz que condujo finalmente a la elección de Taylor como presidente. En 1999, Ghana, Nigeria y otros gobiernos acusaron a Taylor de apoyar a las fuerzas rebeldes de Sierra Leona, mientras Taylor acusaba a Guinea de apoyar a los rebeldes liberianos en el norte.

En 2000, las fuerzas gubernamentales lucharon contra los rebeldes en los alrededores de la ciudad de Voinjama y entablaron una lucha fronteriza contra las fuerzas guineanas; esto ocasionó el desplazamiento de miles de personas. En 2003, el conflicto llegó a un punto decisivo cuando Taylor, presionado por la comunidad internacional para que abandonara el país y acorralado por los rebeldes, renunció y se marchó al exilio.

Un gobierno de transición con reparto de poder tomó juramento algo más tarde aquel mismo año a fin de encaminar el país hacia las elecciones de 2005.

 

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