En el norte de Uganda están dispuestos a perdonar a los rebeldes
Por Fredrick Nzwili (*)
Con sus calles llenas de ciclistas que transportan equipajes o pasajeros junto a los minibuses, Gulu, en el norte de Uganda, parece tan pacífica como cualquier otra pequeña ciudad africana. Sin embargo sus habitantes, que dicen no desear sino la paz, tienen que ajustar cuentas con un pasado de terribles crímenes cometidos durante 22 años de guerra civil.
El Rev. Julius Peter Olugu, sacerdote de la parroquia anglicana de Ongako, habló sobre ese pasado reciente con los miembros de una delegación ecuménica internacional que, en nombre del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), visitó el distrito de Gulu del 29 al 31 de octubre.
"No se podía pasar por aquí. Era demasiado peligroso caminar. Podían matarlo a uno", dijo Olugu, señalando un lugar en la carretera que conduce al oeste. "Si no lo hacían, lo secuestraban. A algunas personas les cortaron los labios y las extremidades."
En Gulu y otras partes del norte de Uganda, los rebeldes del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés) habían desencadenado una guerra con el objetivo de sustituir al gobierno del presidente Yoweri Museveni con otro basado en los diez mandamientos bíblicos.
Desde 1986, el LRA ha secuestrado a niños y los ha obligado a combatir en sus filas. Mataron, mutilaron y secuestraron a adultos y violaron a mujeres. Como consecuencia de ello, casi dos millones de personas huyeron a los campamentos de refugiados.
Las conversaciones de paz inspiran esperanza
Aida Olwoch es una de ellas. La delegación del CMI se reunió con ella en el campamento de Koch Ongako, cerca de la ciudad de Gulu.
Olwoch habló a la delegación internacional sobre las dificultades de la población desplazada dentro del país que lleva viviendo 22 años en los campamentos: "No teníamos alimentos. No había escuelas adecuadas para los niños. No había servicios de salud."
Pero Olwoch abriga también esperanzas gracias al proceso de paz que comenzó en 2006: "La gente puede caminar ahora seis o siete kilómetros fuera de los campamentos".
Las conversaciones de paz entre el LRA y el gobierno dieron lugar a una tregua en 2006 y a un alto el fuego permanente en 2008. El acuerdo definitivo de paz se halla pendiente de la firma del líder rebelde Joseph Kony y del presidente Museveni.
El Rev. Godfrey Loum, un joven activista de la diócesis anglicana del norte de Uganda y miembro del equipo de paz de líderes religiosos del distrito, cree que los desplazamientos de las personas son "muy libres", en comparación con la situación anterior a las negociaciones de paz.
Explicó que, en el pasado, la gente apenas podía aventurarse unos pocos metros fuera del campamento a causa de la situación de inseguridad.
Las iglesias de la región del norte desean vivamente que la población pueda reconstruir sus vidas. Las prioridades de su programa son la erradicación de la pobreza, garantizar que los niños vuelvan a la escuela y el apoyo a las personas traumatizadas.
Mejor vida para los niños
"Tenemos un programa de educación que es nuestra máxima prioridad. El futuro en el norte de Uganda iba a ser muy oscuro debido a que los niños no recibían educación", dijo el obispo anglicano del norte de Uganda, Nelson Onono-Onweng, en una reunión con la delegación ecuménica.
El gobierno está ejecutando un programa para escolarizar a todos los niños, como parte de su plan de paz, recuperación y desarrollo para el norte de Uganda. Este plan tiene por objeto restablecer las actividades del estado, reconstruir y potenciar las comunidades, revitalizar la economía y promover la paz y la reconciliación. Sin embargo, los líderes eclesiales están preocupados por el hecho de que es posible de que muchas personas no se beneficien de este programa.
Con arreglo al plan del gobierno para la educación primaria universal, los padres se encargan de los libros, las comidas y los uniformes escolares, mientras que el estado provee a los derechos de matrícula y proporciona algunos materiales de educación, como tizas, que, según el arzobispo católico romano de Gulu, John Baptist Odama, muchos padres no pueden comprar.
"La mayor parte de nuestra población ha tenido problemas para hacer que sus hijos accedan a los niveles secundario y terciario [universidad] de educación", añadió Odama.
El arzobispo preside una iniciativa de paz de líderes religiosos del grupo étnico Acholi, que constituye una agrupación regional de dirigentes católicos romanos, anglicanos, ortodoxos y tradicionales.
Los líderes eclesiales destacan que, además de su impacto negativo en educación, la guerra ha incrementado la pobreza al encerrar a la gente en los campamentos de desplazados.
"Toda la población del territorio Acholi se desplazó a los campamentos, donde las condiciones no les permitían más que vivir al día", dijo Odama. Normalmente habrían podido alimentarse a sí mismos y a sus hijos, pero allí tenían que depender de la ayuda, explicó, "una dependencia que los destruyó psicológicamente, especialmente a los padres".
La tarea de reconciliación
Según el juez Peter Onega, presidente de la Comisión de Amnistía de Uganda, casi 23 mil de los antiguos combatientes rebeldes han vuelto a la vida civil en el norte de Uganda desde que el Parlamento aprobó una ley de amnistía en 2000. Algunos han indicado que, al nivel de las comunidades, la ley de amnistía no ha sido recibida de forma uniforme y el conjunto de medidas del gobierno para los que han abandonado las armas ha causado tensiones.
"Se las ve como una recompensa por haber causado problemas", dijo Betty Anyeko del foro de ONG Gulu, una agrupación de organizaciones no gubernamentales.
Aunque las comunidades están traumatizadas por la brutalidad que han padecido durante la guerra, muchas personas dicen que están dispuestas a perdonar al LRA.
"Quieren conversaciones de paz y no la guerra. Quieren que se restablezca la paz y no haya luchas", dijo Aida Alwoch, del campamento Koch Ongako, expresando un sentimiento muy generalizado. |
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Muchos refugiados esperan poder reconstruir sus hogares y vivir en ellos el año que viene, en lugar de regresar a los campamentos cada atardecer después de haber pasado el día trabajando en sus campos. Pero, como no se ha firmado el acuerdo de paz definitivo, muchos están todavía preocupados.
(*) Fredrick Nzwili, un periodista independiente de Kenia basado en la capital del país, Nairobi, es corresponsal de Noticias Ecuménicas Internacionales (ENI).
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